LA BATALLA DE  TERUEL

Los sillares, arpados de metralla; los canceles desmenuzados; los muros, apedreados de viruela; la lechada, caída como ronchas de sarna; el mortero aboqueteado de cráteres rojos del ladrillo herido. Despeinados todos los postes, los hilos de metal retorciéndose caídos al aire de su peso. Tres dedos de polvo sobre todo. Una celosía, tumbada en medio de la calle, enjaula una birreta. En un silencio se oye el cañón, por el Concud.

(Campo de sangre. Max Aub)

LA SUBLEVACIÓN MILITAR

El día 20 de julio de 1936 se decidiría el triunfo de la sublevación militar en Teruel, encabezada por el comandante Virgilio Aguado, que había tomado la iniciativa en la capital ante la actitud vacilante del comandante militar de la plaza, teniente coronel García Brisolara.

Las dudas mostradas por el gobernador civil harían posible que las fuerzas de seguridad acabaran prestando su apoyo a los sublevados, ante la que nada pudieron hacer las autoridades civiles, que fueron detenidas y encarceladas, quedando unida la suerte de Teruel a la de las otras dos capitales de provincia aragonesas.

Sometida la capital, los sublevados tratarían de extender su dominio hacia otras localidades de la provincia, aunque pronto serían detenidas por el avance de las columnas de milicias procedentes de la franja oriental. Desde tierras castellanas avanzarían las columnas Mera y Uribe sobre la serranía de Albarracín, mientras otras agrupaciones como las columnas Torres-Benedito, Casas Sala o de Hierro, después, lo harían sobre la capital, al mismo tiempo que otras columnas procedentes de Cataluña, como la Maciá-Companys, progresaban por el Bajo Aragón.

Las primeras semanas de la guerra darían lugar a una violenta represión que, en Teruel, se centraría sobre las personalidades más destacadas de la vida política turolense, personas comprometidas con el ideario republicano o de izquierdas, y otros muchos ciudadanos que serían asesinados en el lugar conocido como Pozos de Caudé, una antigua venta situada junto a la carretera de Zaragoza.

Igualmente destacada sería la represión llevada a cabo en los pueblos del Bajo Aragón ocupados por los milicianos, que impondrían sus ideas revolucionarias tras el desmoronamiento del sistema legalmente constituido bajo el Gobierno republicano. En este caso, la represión se centraría sobre la derecha local y aquellos sectores de la población que se identificaban con el poder tradicional, así como el clero y miembros de comunidades religiosas.

La ocupación de buena parte del territorio turolense por las columnas de milicias, principalmente de filiación anarquista, daría lugar a la creación de colectividades agrarias, que tuvieron su máximo exponente en las comarcas bajoaragonesas, Mora de Rubielos y cuenca del río Alfambra.

En el otoño de 1936 el frente se había estabilizado y, salvo ligeras rectificaciones de las líneas, permanecería de esta manera hasta el invierno de 1937.

El Gobierno del socialista Largo Caballero ordenaría la militarización de las columnas de milicias, surgidas al amparo de organizaciones políticas y sindicales durante los primeros meses de la contienda, y sentaría las bases del futuro Ejército Popular de la República.

LOS PRIMEROS ATAQUES SOBRE TERUEL

En diciembre de 1936 se desataría la primera ofensiva de importancia sobre la ciudad de Teruel, en la que el peso de la misma recaería sobre la XIII Brigada Internacional, siendo conocida también como la batalla de Corbalán al proceder las fuerzas atacantes de esta dirección.

Seis columnas debían atacar simultáneamente sobre Teruel, para rebasarla y marchar por la carretera de Zaragoza, pero la falta de coordinación entre las fuerzas atacantes, la carencia de medios para apoyar el avance de la infantería, y la defensa porfiada de los sublevados en el sector del cementerio, obligarían al mando gubernamental a desistir de este primer ataque frontal sobre la capital.

El día 26 de diciembre avanzarían los internacionales sobre las posiciones próximas a la loma del cementerio, precedidas del bombardeo de dos aviones Potez que dejaron caer sus bombas sobre la estación de ferrocarril y la central eléctrica.

Durante varios días, los defensores de Teruel rechazaron el asalto de los combatientes de los batallones Henri Vuillemin, Chapaiev y Louise Michel, procedentes de veintiuna nacionalidades, mandados por el comunista alemán Wilhemn Zaisser, General Gómez, lo que les valió la concesión de la Cruz Laureada Colectiva.

A mediados de febrero de 1937 los sublevados atacarían sobre Vivel del Río, siendo detenidos por las fuerzas republicanas sin mayores consecuencias. Este ataque coincidiría con varios golpes de mano, lanzados por las unidades gubernamentales que cubrían Sierra Palomera sobre los pueblos del valle del Jiloca ocupados por los nacionales, en un intento de cortar las vías de comunicación que unían Teruel con Zaragoza.

En abril de 1937 tendrían lugar nuevas iniciativas del Ejército republicano en los sectores de Celadas y de Bronchales y, ya entrado el verano de 1937 y coincidiendo con la ofensiva de Brunete, en la Sierra de Albarracín, donde los gubernamentales llegarían a entrar en el pueblo de este nombre.

El día 6 de julio, la 42 División republicana atacaría en este frente, llegando a entrar un día después en el casco urbano de Albarracín, donde los defensores resistirían encerrándose en la Catedral y en el cuartel de la Guardia Civil. Tras siete días de asedio, los sitiados serían liberados por fuerzas del Tercio y de Regulares.

La superioridad de las fuerzas franquistas en este sector daría lugar a una ofensiva del general Ponte, que llegó a ocupar buena parte de los pueblos de la sierra que se encontraban bajo el dominio de los republicanos desde el comienzo de la guerra, retrocediendo éstos hasta los pueblos limítrofes con la provincia de Cuenca.

En el verano de 1937 tuvo lugar la disolución del Consejo de Aragón por decreto del Gobierno Negrín, quedando como máxima autoridad civil de la región un gobernador nombrado por el Consejo de Ministros. Terminaba, de esta manera, la supremacía del anarquismo en territorio aragonés.

UNA NUEVA OFENSIVA REPUBLICANA

A finales de agosto de 1937 tuvo lugar la reorganización del Ejército republicano mediante la constitución de dos cuerpos de ejército bajo el mando del coronel Hernández Saravia.

La nueva estructuración de las unidades que asediaban Teruel supuso un acercamiento de las líneas y el estrechamiento del cerco sobre la  ciudad, que servirían de punto de partida para la futura ofensiva del mes de diciembre.

Para entonces, la República se encontraba claramente a la defensiva tras la pérdida de los territorios que ocupaba en la cornisa cantábrica y el general Franco había planeado un nuevo ataque sobre Madrid, que podía ser decisivo en el curso de la contienda.

El Estado Mayor republicano se ve obligado a tomar la iniciativa y lo hace con la ofensiva sobre Teruel, una maniobra de distracción que inicialmente formaba parte de otro plan más amplio en el que el objetivo principal era el frente de Extremadura. Sin embargo, la inminencia del ataque sobre Madrid y la imposibilidad de disponer de todos los medios para poner en marcha el Plan P, -como se denominaba la ofensiva republicana en el frente extremeño-, obligan al general Rojo a reaccionar con premura.

De esta manera, tras una rápida concentración de las fuerzas republicanas, en la madrugada del día 15 de diciembre de 1937 se ponen en marcha los efectivos agrupados en tres Cuerpos de Ejército: el XVIII está mandado por el teniente coronel Heredia y lo forman las Divisiones 34 y 64; el XX, a las órdenes del teniente coronel Menéndez, con la 40 y 68 Divisiones; y el XXII, a cuyo mando se encuentra el mayor Ibarrola y que está formado por las Divisiones 11 y 25. En total, cerca de 80.000 hombres bajo el mando directo del coronel Hernández Saravia.

El ataque sorprende a los defensores de Teruel, apenas unos 6.800 hombres en toda la plaza y en su perímetro, que se encuentran bajo el mando del comandante militar de la plaza, coronel Rey d´Harcourt.

La 11 División de Líster y la 64 de Martínez Cartón, que avanzan desde los Altos de Celadas y los montes de Rubiales, cierran el cerco en el pueblo de San Blas, mientras otras unidades procedentes del valle del Alfambra y del Puerto de Escandón confluyen sobre la ciudad cercada.

Los soldados que defienden el perímetro que rodea Teruel se ven obligados a retirarse ante el empuje de los republicanos, haciéndose fuertes en el interior de la ciudad, cuyos arrabales alcanzaran los combatientes de la 25 División anarquista el día 19 de diciembre.

La defensa en algunos edificios más sólidos del casco urbano y los combates casa por casa, culminarán con el asedio de dos puntos de resistencia. En la Comandancia Militar y en los edificios de su entorno, permanecerá un grupo de defensores bajo el mando del coronel Rey d´Harcourt, mientras que otro se hará fuerte en el Seminario y edificios adyacentes liderados por el coronel Barba. Con ellos se refugiará una parte importante de la población civil.

EL CERCO DE TERUEL

El general Franco, que había renunciado a atacar Madrid, ordenaría el envío de sus fuerzas hacia el frente de Teruel, dando lugar a una de las confrontaciones de mayor magnitud durante la Guerra Civil Española.

Sus primeras directivas van encaminadas a romper el cerco de las fuerzas republicanas, constituyendo dos cuerpos de ejército bajo el mando de los generales Varela y Aranda, y a mantener la plaza, dando para ello las oportunas instrucciones al coronel Rey.

En el cumplimiento de esas directivas, el general Aranda apenas puede progresar en el sector de Celadas, mientras que el general Varela consigue recuperar El Campillo y avanzar hasta la Muela de Teruel, ocupando el barrio del Jorgito el 31 de diciembre y quedando situadas sus fuerzas frente al Seminario. En el interior de la ciudad la resistencia se hace cada vez más difícil.

En el último día del año, ante la presencia de las tropas de la 1ª de Navarra, mandadas por García Valiño, las fuerzas republicanas encargadas de la toma de la ciudad sufren un momento de pánico y retroceden por la carretera de Valencia abandonando sus posiciones.

Pero, en esa tarde cae una intensa nevada que paraliza las operaciones militares, al tiempo que los carabineros republicanos vuelven a ocupar sus posiciones en el interior de la ciudad, manteniendo el cerco. El día 1 de enero de 1938 se inicia un fuerte contraataque a cargo de la 47 División republicana, del mayor Durán, obligando a los efectivos nacionales a retroceder en la Muela.

Se combate bajo unas durísimas condiciones climatológicas con temperaturas de 18 grados bajo cero y ambos contendientes sufren muchas bajas por congelaciones. La liberación de los sitiados se va disipando a medida que pasan los días y siguen incrementándose el número de efectivos en los dos ejércitos, que se estimarán en cien mil hombres por cada uno de ellos durante toda la batalla.

Sin posibilidades de prolongar la defensa por más tiempo, el día 7 de enero de produce la rendición del coronel Rey d´Harcourt, tomando los republicanos todos los edificios que formaban el centro de resistencia de la Comandancia, en la actual plaza San Juan. Un día después, desbordados los defensores por el asalto de los republicanos, cesaría la resistencia del Seminario y del Convento de Santa Clara, llevándose a cabo la evacuación de los heridos y prisioneros hacia Valencia.

A mediados de enero, los prisioneros más destacados serían trasladados a Barcelona, contándose entre ellos los jefes militares más destacados de la plaza y el obispo de Teruel.

La noticia de la conquista de Teruel es recibida con gran júbilo en todo el territorio republicano. Se había detenido la ofensiva sobre Madrid y devuelto la iniciativa militar a la República, dando la impresión de que el Ejército Popular podía cambiar el curso de la contienda.

Pero, el general Franco estaba decidido a dar la batalla donde se le planteaba y, lejos de desistir en su intento de recuperar Teruel, en los días siguientes seguiría enviando al frente nuevos efectivos y diseñando nuevas operaciones para tomar la ciudad.

LA BATALLA DEL ALFAMBRA

De este modo, el día 17 de enero, precedida de una fuerte preparación artillera y del bombardeo de la aviación, a cargo de cuatrocientas piezas de artillería y doscientos aviones, cuatro divisiones mandadas por el general Aranda tomarían las líneas republicanas del Alto de las Celadas y del Muletón.

En un intento de frenar esta iniciativa del general Franco, que hacía peligrar la conservación de la ciudad, el Mando republicano lanzaría un ataque en Singra y otro en la zona de los Altos de Celadas a finales de enero.

El primero de ellos, destinado a cortar las vías de suministro de las tropas nacionales, sería encomendado a la 27 División. Partiendo desde sus bases en Aguatón, la división mandada por el mayor Del Barrio se vería obligada a regresar a sus líneas tras cuatro días de duros enfrentamientos.

Otro tanto sucedería con la 46 División, bajo el mando de “El Campesino”, que trataría de recuperar las posiciones perdidas días antes en los Altos de las Celadas, retirándose tras varios días de combates habiendo sufrido muchas bajas.

Tras estos intentos del Estado Mayor republicano de recuperar la iniciativa militar, el general Franco lanzaría una gran ofensiva el 5 de febrero que se desarrollaría durante dos días y que sería conocida como la batalla del Alfambra, en el que las divisiones nacionales conquistarían todo el territorio existente entre Rubielos de la Cérida y Portalrubio hasta el valle del Alfambra, embolsando a las fuerzas republicanas que cubrían el sector de Sierra Palomera. El Ejército Popular perdería una gran extensión de terreno, además de gran cantidad de material y un buen número de combatientes, que serían hechos prisioneros por el adversario.

El día 17 de febrero tendría lugar el último acto de la batalla de Teruel, con la ofensiva lanzada por las tropas del general Franco sobre la capital. Tras una intensa preparación artillera, las divisiones del general Aranda subirían por las escarpadas laderas que ascienden desde el valle del Alfambra hasta la carretera de Cantavieja, tomando estas alturas y descendiendo hacia Valdecebro para continuar avanzando hasta la carretera de Valencia, donde se unirían a las fuerzas del general Varela que procedían de la Muela de Teruel.

La defensa de la ciudad había sido encomendada a la 46 División, una unidad que había sufrido un grave quebranto en su ataque sobre los Altos de Celadas a finales de enero.

De nada servirían los tímidos contraataques lanzados por los republicanos en las alturas de la Torana, en la carretera de Cantavieja, entrando las tropas nacionales en las ruinas de Teruel el día 22 de febrero de 1938, mientras una parte de la división de “El Campesino” conseguía huir en la noche a través del cauce del río Turia.

Terminaba una de las grandes batallas de la Guerra Civil, tras dos meses de lucha sin tregua y en las más adversas condiciones climatológicas con temperaturas extremas.

EL FINAL DE LA GUERRA EN LA PROVINCIA DE TERUEL

La batalla de Teruel supuso un fuerte desgaste para ambos contendientes, aunque la República acusó la mayor dificultad para reponer sus efectivos y el material consumido durante los dos meses de intensos combates.

Por eso, ante la inesperada ofensiva del Ejército nacional desatada el 9 de marzo en todo el frente aragonés, apenas dos semanas después de recuperar la ciudad de Teruel, las líneas republicanas se derrumbarían. El ataque tendría lugar desde el Pirineo hasta la localidad turolense de Vivel del Río.

El arrollador avance del Ejército del general Franco supondría la ocupación de todos los municipios turolenses que se mantenían en poder de la República desde el inicio de la guerra y, tras la ocupación de Gandesa y Morella, los soldados de la 4ª División alcanzarían el mar Mediterráneo ocupando Vinaroz y Benicarló. La zona republicana quedaba cortada en dos, quedando aislada Cataluña del resto del territorio gubernamental.

Pocos días después, despejando la disyuntiva del Alto Mando nacional entre proseguir el avance sobre Cataluña o marchar sobre Valencia, se iniciaba una nueva ofensiva sobre esta última ciudad. El día 23 de abril las divisiones nacionales rompían la línea Aliaga-Jorcas y, apenas un mes más tarde, habían conquistado todos los pueblos situados entre Castralvo y Valdelinares, tomando como eje del avance la carretera de Valencia.

El día 28 de mayo se produciría la ocupación de las posiciones fortificadas del Puerto de Escandón y, dos días después, de Alcalá de la Selva y de La Puebla de Valverde.

La progresión del avance siguiendo esta carretera daría lugar a fuertes combates en el sector Sarrión-Albentosa, donde tendrían un papel destacado, al igual que había ocurrido en la ofensiva sobre Aragón del mes de marzo, las divisiones italianas del C.T.V.

El empuje inicial de las unidades franquistas había dejado paso a una guerra de desgaste. La 81 División ocuparía la Muela de Sarrión el 23 de junio de 1938, siendo detenido el avance sobre Valencia en los llanos de Viver, ofensiva que se suspendería definitivamente el 25 de julio tras el cruce del río Ebro por el Ejército republicano, maniobra que daría lugar a la conocida como batalla del Ebro.

De esta manera, la guerra se desplazaría hacia otros escenarios, quedando como territorio residual bajo control republicano una pequeña porción del territorio turolense limítrofe con las provincias de Cuenca y Valencia. La guerra, que había tenido una presencia cotidiana desde el 18 de julio de 1936, cambiaba de escenario dejando tras de sí un territorio devastado, con miles de muertos y de desplazados.