CAU-4.1 CERRO GORDO – CAUDÉ

En el entorno de Cerro Gordo se conservan una serie de fortificaciones, en su mayor parte trincheras muy degradadas, entre las que destacan tres fortificaciones, que servían de observatorios y de abrigo.

Los dos observatorios fueron construidos con gruesas paredes de ladrillo y piedra con cemento, mientras que el abrigo conserva alguna pared semienterrada y la inscripción de sus autores “ZAPADORES, 1 de junio de 1937”.

En las proximidades, pueden verse un nido de ametralladora totalmente deshecho o lo que debió ser un puesto fuertemente fortificado, no muy lejos del peirón levantado en honor de la patrona de Santa Bárbara, en el que permanece enterrado un raíl de las líneas de ferrocarril que discurrían por el llano y que fue traído hasta las alturas de Cerro Gordo para reforzar estas posiciones.

A retaguardia, en particular por el camino que lleva hasta Caudé, se concentran decenas de pequeños abrigos construidos por la tropa que había sido concentrada a la espera del ataque sobre las líneas republicanas de los Altos de las Celadas.

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La posición nacional de Cerro Gordo viene descrita, de forma muy expresiva, por el general Martínez de Campos en su libro Ayer, como una posición absurda, inverosímil, impuesta por el fuego y la nieve, con unas casucas tristes junto a la cima, de canto y barro, casi llenas de inmundicias y con un simple corralón alrededor, que eran los refugios disponibles para los oficiales que transitaban de una parte a otra en busca de un posible observatorio. Pero, dice el general en su narración, aparte de esos muros descubiertos, no hay en la estribación de Cerro Gordo más protección que la ofrecida por su propio suelo, en el cual se escarba incesantemente, a fin de preservar las municiones y de construir abrigos para los artilleros.

Además de estos dos observatorios de muros descubiertos, la cantidad de abrigos excavados en el suelo pedregoso que rodea la cota, da cuenta de la alta concentración de tropas que fueron asentadas en este lugar en enero de 1938. Buena parte de estas posiciones, fueron aprovechadas por la artillería franquista para batir la línea defensiva republicana que discurría sobre el Pozuelo, pasando por el Alto de Celadas hasta llegar al Muletón.

En Cerro Gordo se había asentado una batería de 75 mm en apoyo de las 8 y 12 Banderas de Falange, que habían tratado de romper el cerco en los primeros días de la batalla. Muy cerca de este lugar, las fuerzas republicanas habían ocupado todas las alturas del carrascal desde la carretera de Celadas hasta el barranco de la Hoz.

En los días siguientes, en medio de intensos combates, las fuerzas nacionales recuperarían todas estas alturas y buena parte del llano hasta entrar en Concud. Cerro Gordo se convertiría en un observatorio privilegiado para dirigir el ataque de mediados de enero.

Con motivo de esta ofensiva, se fueron concentrando desde las inmediaciones de Caudé hasta las alturas de Santa Bárbara de Celadas cerca de quinientas piezas de artillería bajo el mando del general Martínez de Campos, muchas de ellas en los alrededores de Cerro Gordo.

A las 8,00 horas del día 17 de enero, las piezas de artillería comenzaron a batir las posiciones republicanas, corrigiendo continuamente el tiro hasta alcanzar una precisión mortífera. Sobre las trincheras que dominan las alturas de la carretera de Celadas caería un intenso fuego de todo tipo de calibres, desde los cañones de 75 mm hasta los morteros pesados de 260 mm, apoyado por el bombardeo de doscientos aviones. Tal es la intensidad de esta preparación que sobre la cota máxima de la línea gubernamental, el Alto de Celadas o cota 1.177, cayeron 1.500 proyectiles durante las dos horas que duró la preparación artillera.

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