CEL-12.2 POSICIÓN LOMA DE CASARES – CELADAS

Posición Loma de Casares

La posición de Loma de Casares fue el último reducto republicano del frente de Celadas, tomado por las tropas franquistas en la Batalla del Alfambra.
Era uno de los principales vértices que sustentaban la defensa republicana en este frente. Su custodia estaba encomendada al 233 Batallón de la 59ª División. Pese a su importancia estratégica, sus defensores poco pudieron hacer por conservarlo, al quedar flanqueado por las tropas franquistas el 6 de febrero de 1938.
Aprovechando la maniobra envolvente realizada por la 84ª División franquista, la 13ª División tomó la posición el día 7. En ella yacían 300 cadaveres; capturaron 34 prisioneros y recogieron 100 fusiles, 2 fusiles ametralladores y un mortero. Por su parte, los supervivientes del 233 Batallón republicano consiguieron replegarse hacia Villalba Baja y el río Alfambra.
En las excavaciones arqueológicas se han descubierto cuatro estructuras de refugio y vida de los soldados republicanos, comunicadas mediante una trinchera auxiliar; dos de ellas eran subterráneas (aunque una apareció colapsada) y constaban de un minúsculo hogar y varias repisas o alacenas.
Además de diversos efectos personales (cepillos de dientes, cuchilla de afeitar, un gemelo), abandonados en el precipitado repliegue, se documenta el uso de generalizado de uralita en las cubiertas. Una protección muy pobre para afrontar, en este desprotegido páramo, el invierno turolense más duro del siglo XX.

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La posición de Loma de Casares fue el último reducto republicano del frente de Celadas en ser tomado por las tropas nacionales durante la Batalla del Alfambra. Era uno de los principales vértices sobre los que se sustentaba la defensa republicana en este sector y el que mejores capacidades defensivas poseía de todo el conjunto. Su custodia quedó encomendada al 233º Batallón, uno de los tres batallones de que se componía la 59ª División republicana.

La Loma de Casares quedó al margen de los primeros combates de la batalla del Alfambra, cuyo inicio tuvo lugar el día 5 de febrero de 1938. Los mandos nacionales se inclinaron por no lanzar un ataque directo contra esta posición, operación en la que con seguridad habrían sufrido cuantiosas pérdidas, sino que optaron por llevar a cabo una maniobra de flanqueo para conseguir su caída. La 84ª División franquista culminó con éxito esta operación el día 6 de febrero.

Al día siguiente tuvieron lugar una serie de operaciones de distinta envergadura, todas ellas destinadas a crear tres cabezas de puente en la orilla izquierda del río Alfambra. Frente a Perales debía establecer una el Cuerpo de Ejército Marroquí. En Alfambra y en Villalba Baja debían ser creadas las otras dos por diferentes unidades encuadradas dentro del Cuerpo de Ejército de Galicia. La más interesante, por su trascendencia para el espacio de Celadas que nos ocupa, es la que tenía como protagonista a Villalba Baja, y cuya ejecución le correspondió a la 13ª División nacional.

A lo largo de esa jornada la 13ª División, que se había beneficiado de la maniobra envolvente protagonizada por la 84ª División, logró tomar la Loma de Casares y la Losilla. En las posiciones enemigas, duramente castigadas por el fuego de artillería, los asaltantes apenas encontraron resistencia. Allí hallaron los cadáveres de 300 soldados republicanos y tomaron 34 prisioneros. Entre el botín aprehendido en la posición tomada se incluían 100 fusiles, 2 fusiles ametralladores y un mortero.
Más de la mitad de los efectivos con que contaba el 233º Batallón cayeron en combate o fueron apresados en la ofensiva. Al caer la tarde los supervivientes de esta maltrecha unidad se replegaron de forma precipitada hacia el río Alfambra. Sus nuevas posiciones, en cumplimiento de las órdenes recibidas por el alto mando, quedaron establecidas en la ermita de Santa Quiteria y en Cabezo Agudo.

Sin embargo, no podrían mantener esta nueva línea defensiva por mucho tiempo en su poder. La captura de Cabezo Agudo quedó encomendada a la 4ª Bandera de la Legión, cuyas 11ª y 16ª Compañías se desplegaron en vanguardia de la formación. La 16ª atacó Cabezo Agudo y una de sus secciones hizo un reconocimiento sobre Villalba Baja, consiguiendo llegar hasta el pueblo. En los combates subsiguientes acaecidos en la localidad serían tomados 63 prisioneros. Tras estos últimos enfrentamientos, todo el territorio de la localidad de Celadas había pasado ya a manos nacionales. Las fuerzas gubernamentales del sector buscaron protección al otro lado del río Alfambra.

Las recientes excavaciones arqueológicas efectuadas en la Loma de Casares nos han permitido hacernos una idea muy aproximada de cómo se vivía y combatía en esa posición. Han sido descubiertas cuatro estructuras de refugio y vida utilizadas por los soldados republicanos, comunicadas entre sí mediante una trinchera auxiliar, así como una trinchera principal que enlazaba esas posiciones de retaguardia con la línea de combate.

Dos de estas estructuras de vida estaban excavadas en la roca y eran subterráneas, aunque una de ellas apareció colapsada. Se desconoce si el colapso se produjo por causas fortuitas, a causa del paso del tiempo, o se debió al impacto provocado por algún proyectil durante los fuertes bombardeos a que fue sometida la posición durante el día 7 de febrero. Los miles de fragmentos de metralla que todavía se pueden apreciar en superficie, así como los muchos hallados en las excavaciones arqueológicas efectuadas, corroboran que la Loma de Casares fue objeto de un bombardeo a gran escala por parte de la artillería nacional.
Todos estos espacios de habitación contaban de un minúsculo hogar, atestiguado por la presencia de marcas de fuego en el suelo y de numerosos clavos de pequeño tamaño calcinados en medio de los fragmentos de carbones conservados. Con seguridad, las frías noches que debieron soportar los soldados del 233º Batallón les obligarían a hacer fuegos con los que calentarse. Esos pequeños clavos se encontrarían en las maderas quemadas para tal efecto, probablemente cajas de madera. El Habitáculo nº 4 incluso presenta una chimenea excavada en la roca y que permitía expulsar los humos, sin duda alguna muy molestos en espacios reducidos y que carecían de ventilación. En cuanto al resto de habitáculos, carecen de chimenea, aunque puede deberse al colapso de parte de su techo como sucede en el caso del Habitáculo nº 2. En los otros dos no sabemos si tendrían sistemas de evacuación de humos, dado que presentaban cubierta artificial.

Se documenta el uso de generalizado de uralita en las cubiertas de las cuatro estructuras excavadas, al haber sido hallados numerosos fragmentos de este material constructivo durante el proceso de excavación. Alguno de ellos incluso presenta agujeros de bala. Se trata de una protección muy pobre para afrontar, en este desprotegido páramo, el invierno más duro que habría de soportar el territorio turolense durante el siglo XX.

También los refugios, tanto los subterráneos como los excavados en la roca y que carecían de techo natural, presentan varias repisas o alacenas labradas en la roca. En estos espacios de vida se han encontrado diversos efectos personales de higiene (cepillos de dientes, cuchilla de afeitar, fragmentos de peine). Incluso uno de los cepillos de dientes apareció colocado en una de las repisas del Habitáculo nº 1. El hecho de que todavía se hallara en el lugar que fue dejado, es una evidencia reveladora del rápido abandono de la Loma de Casares por sus ocupantes.

Esto también viene confirmado por la presencia de objetos que resultan poco habituales en los lugares que han podido ser abandonados de forma ordenada. Así, se han encontrado elementos tan dispares como un gemelo, dos monedas o incluso una bota. Pero también numerosas botellas, botes de medicamentos, latas de comida, una cantimplora y un sinfín de elementos de uso diario y que nos proporcionan una visión mucho más humana de lo que fue la guerra.

También se han hallado numerosas evidencias de la intensidad alcanzada por el bombardeo, más allá de los numerosos fragmentos de metralla. El suelo de algunos sectores de la trinchera de comunicación que une los habitáculos, en concreto la que une el Habitáculo nº 1 y el nº 2, presenta fragmentos de cierto tamaño arrancados. Probablemente, estas destrucciones se debieron al impacto de proyectiles de artillería, pues han sido numerosos los fragmentos de metralla hallados en las inmediaciones y que corroboran que el lugar resultó alcanzado por los disparos efectuados por las baterías nacionales.
Estos cuatro habitáculos o espacios de vida se encontraban comunicados entre sí por medio de una trinchera auxiliar. A su vez, se comunicaban con una trinchera principal que descendía desde lo alto de la loma y, siguiendo un trazado en zig-zag, descendía hasta las posiciones de tiro ubicadas a media ladera. Así pues, se trata de un entramado en el que todas las posiciones, tanto las de vida como las de combate se encuentran intercomunicadas, de modo que las fuerzas gubernamentales desplegadas en la posición gozaban de una adecuada protección.

A pesar de haber sido excavados únicamente estos cuatro habitáculos, a lo largo de la extensa Loma de Casares se intuye la presencia en el accidentado paisaje de muchas más de estas estructuras. Al menos es posible apreciar evidencias de otra docena de ellas, amén de todas las que se encuentren completamente colapsadas a causa del paso del tiempo o de los bombardeos sufridos por la posición durante los primeros días del mes de febrero de 1938 y que, por tanto, resulten indetectables al ojo humano. También es posible detectar con bastante precisión el grueso de las posiciones de combate que discurren a media ladera por la loma y su enlace con las ubicadas más atrás en retaguardia.

Todavía están pendientes de ser localizadas algunas posiciones claves para entender el despliegue general del 233º Batallón en la Loma de Casares. Así, falta por identificarse el puesto de mando del batallón, así como los de las diferentes compañías desplegadas en la posición. Futuras excavaciones tendrán que revelar lo que todavía esconde este reducto, aunque cada día estamos más cerca de poder esclarecer lo que sucedió aquel día 7 de febrero de 1938.

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